El resentimiento y el estrés
¿Cómo se relaciona el estrés con el
resentimiento? ¿Cómo afecta nuestra salud física, emocional y social? Una forma
de entenderlo es desde la filosofía y la ontología del lenguaje.
Según el filósofo Nietzsche, el resentimiento envenena la vida y corroe
la convivencia con los demás, pero por sobre todas las cosas, es una emoción
que encadena al ser humano, que le quita su libertad, que lo constituye en
esclavo de la persona con la que está resentido. La injusticia que consideramos
que esa persona nos hizo, se convierte en guía y obsesión de nuestra vida y
todo lo que hacemos está definido por nuestro odio hacia el otro y nuestra sed
de venganza. Somos, dice él, como una tarántula esperando el momento propicio
para descargar nuestro veneno.
En su libro Ontología del Lenguaje, el filósofo Rafael Echeverría dice que
si trazamos una línea de divisoria entre la maldad que juzgamos que el otro nos hizo y el sentido de víctima que tenemos de nosotros
mismos, colocamos al resentimiento del lado del bien. ¡Ojo! Esta es una trampa
que necesitamos aprender a reconocer: darnos cuenta de cómo el odio hacia el
otro lo convierte en nuestro amo, le da poder en nuestra vida y nos arrebata la
libertad.
El antídoto liberador es el perdón.
Y aquí, perdonar no es olvidar ni es un
acto de gracia para quien sentimos que nos hizo daño. Perdonar es un acto de
liberación personal con el que rompemos la cadena que nos ata al victimario y
que nos mantiene como víctimas. Al perdonar, nos hacemos cargo de nosotros
mismos y resolvemos poner fin a un proceso abierto que sigue reproduciendo el
daño y los efectos que originalmente juzgamos
que se nos hizo. Al perdonar reconocemos que no solo el otro, sino ahora
nosotros mismos, somos responsables de nuestro bienestar.
Y ese bienestar lo encontraremos en el estado de ánimo de la aceptación y
paz, cuando aceptamos vivir en armonía con las posibilidades que nos fueron
cerradas. Estamos en paz cuando aceptamos las pérdidas que no están en nuestras
manos cambiar, y cuando somos capaces de entender que lo que sucedió en el
pasado ya pasó y no tiene por qué repetirse en el futuro. Decidimos que como no
podemos cambiar lo ya ocurrido, lo declaramos cerrado o terminado.
Otro filósofo, Epícteto, decía que la aceptación nos permite abocarnos a la tarea de cambiar lo
cambiable, sin ser consumidos por el lamento inútil ante lo que nada podemos
hacer. La aceptación nos coloca de este modo, en la senda de la transformación
del futuro.
Está en nuestras manos elegir dejar de estar contaminados por una
emoción tan tóxica e improductiva como el resentimiento. Si te cuesta pensar
que podés hacerlo, te invito a tomar una inspiración profunda y detenerte unos
instantes a preguntarte, sin juzgarte, cuáles son los beneficios secundarios que
obtenés quedándote en el resentimiento. ¿De qué otra forma podrías conseguir
esos beneficios sin que sea permaneciendo en él? Y una vez que te hayas liberado
de esa emoción tóxica, preguntate qué aprendiste de toda esta situación y cómo
podrás evitar caer en el resentimiento otra vez. Te dejo pensando…
Artículo publicado en el Suplemento del Vecino del diario La Auténtica Defensa de la ciudad de Campana, Buenos Aires, Argentina, el 23/2/13.
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